Foto: Fran Chef |
Como son los
primeros, su piel, aunque al tacto parezca dura, al cocinarlos, es perfectamente
digerible y no resulta tan tiesa y desagradable como la de las últimas piezas
con las que nos deleita su planta. Y digo las últimas, porque en cuanto sale el
primer calabacín, aquello parece una máquina expendedora.
Siempre hay
días que no sabes que preparar para comer y además el tiempo apremia. Ayer era
uno de esos días, pero el calabacín salió a mi rescate. Saltó a mi pensamiento
en dos formas distintas: una crema y unas mini-pizzas.
Y por si fuera poco, aún improvisé un postrecillo de mango con yogur.
¿La crema…?
¡Ahí os va!
INGREDIENTES
/ MATERIA PRIMA
Un litro y medio
de agua / Un calabacín (o dos sin son pequeños) / Cinco
zanahorias / Dos patatas
/ Una cebolla / Cuatro
dientes de ajo / Un chorro de aceite de oliva virgen
extra /
Sal / Pimienta
recién molida
ELABORACIÓN /
MANOS A LA OBRA
Preparamos una
olla con algo más de un litro de agua.
Lavamos bien
el calabacín (yo he utilizado uno porque era más grande de lo habitual, y por
habitual me refiero a lo que me puedo encontrar en las fruterías
habitualmente). Lo cortamos en trozos descartando la parte interior en la que
ya se han formado ciertas semillas que podrían resultar desagradables al
paladar. Incorporamos a la olla.
Pelamos y
lavamos bien las zanahorias, la cebolla, las patatas y los dientes de ajo. Incorporamos
a la olla con un chorro de aceite y un puñado de sal y ponemos todo a fuego
alto para que rompa a hervir y se cocinen rápidamente los ingredientes. Retiramos
la espuma de las impurezas de las verduras.
Cuando las
zanahorias y las patatas estén cocidas, retiramos del fuego y trituramos con la
batidora. Evitaremos que nos queden tropezones de las verduras y, en cambio,
nos fijaremos que la crema esté teñida de pintitas verdes, de la piel del
calabacín, que le darán un toque identificativo. Corregimos de sal y añadimos
un poco de pimienta negra recién molida.
PRESENTACIÓN / PARA
En un plato
hondo o en un cuenco, según el hambre que tengáis, servimos una buena dosis de
crema. A mí me gusta comerla bien caliente, pero, para los que no, podéis ir
sirviendo el pan, pues, sin duda, esta crema lo pide a gritos.
¡Ñam, ñam!
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